No estábamos en una reunión. Estábamos en el Bernabéu.
Una cerveza en la mano. Un partido del Madrid delante. Y, por una vez, sin hablar de campañas, márgenes o lanzamientos.
Solo nosotros. Fundadores. Miembros del equipo. Personas con una historia en común y muchas por construir.
Había algo en el ambiente esa noche. No era el fútbol. Era esa sensación rara de parar por un momento y darse cuenta de que estamos en medio de algo que todavía no entendemos del todo.
Una marca que crece. Un equipo que se va consolidando. Y unos planes que no caben en una presentación.
Hablamos de todo lo que no se suele decir en las reuniones.
Del miedo a no llegar. De la presión por tomar decisiones cuando no hay respuestas claras. De lo difícil que es mantener la visión cuando cada día te lanza una urgencia distinta.
Pero también hablamos de lo que nos ilusiona.
De lo que vemos en Pilatus más allá del producto. De lo que podríamos llegar a ser si no nos perdemos en el ruido. De cómo queremos crecer, con quién y para qué.
Es curioso. Llevamos años trabajando juntos. Pero muchas de esas conversaciones solo salen cuando bajas la guardia. Cuando no hay roles. Ni jerarquías. Ni prisas.
Solo la verdad, a veces desordenada, a veces incómoda, pero siempre necesaria. Y eso también es construir una marca.
No solo con estrategia, sino con relaciones reales. No solo con visión, sino con momentos que la sostienen. No tenemos todas las respuestas. Pero después de esa noche, salimos con más claridad. Más alineados.
Más conscientes de lo que significa hacer esto juntos.
Pilatus no se define en los lanzamientos.
Se define en noches como esta.
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